– Infancia: parálisis cerebral, autismo, trastornos de lenguaje, síndromes genéticos o enfermedades raras, retrasos psicomotores, espina bífida, distrofias musculares, etc.
– Vida adulta: lesiones medulares, traumatismos craneoencefálico, artrosis-artritis, enfermedades neurológicas (esclerosis múltiple, parkinson…), ICTUS, dolor crónico y fibromialgia, rehabilitación postquirúrgica, problemas de circulación, linfedemas, etc…